Brasil.- Yoko es un chimpancé que usa cubiertos, juega a la pelota, ve televisión y pinta… pero está muy solo. “Humanizado” por culpa del tráfico ilegal, el último gran primate en cautiverio de Colombia viajó a Brasil para reencontrarse con su especie en un santuario.

Juguetón, amante del dulce y autor de dibujos con crayones sobre papel y lienzo, Yoko no ve a otro chimpancé desde hace casi dos años. Chita, una hembra con la que compaginaba, y Pancho, un macho con el que nunca se llevó bien, escaparon de un parque zoológico en 2023 y fueron sacrificados por militares para prevenir un posible ataque contra humanos.

Desde entonces, autoridades y activistas gestionaron su traslado desde el Bioparque Ukumarí en Pereira hasta Sorocaba, en el estado brasileño de Sao Paulo. Este santuario alberga 250 animales y es el más grande de América Latina para grandes primates.

Sus cuidadores esperan que sea aceptado por otros simios. Yoko, adquirido ilegalmente por un narcotraficante, fue incautado en 2017 por la policía y luego sobrevivió a la inundación del primer refugio al que llegó.

La AFP lo acompañó el domingo en uno de los dos vuelos de la “Operación Arca de Noé”, viajando despierto dentro de una caja con orificios y acompañado por el veterinario Javier Guerrero.

“Es un chimpancé muy humanizado, su grado de amansamiento es muy alto (…) básicamente se comporta como un niño, cosa que no debería ser así, porque debería comportarse como un chimpancé”, dijo Guerrero.

Un animal con difícil socialización

El chimpancé está en peligro de extinción según la Unión para la Conservación de la Naturaleza. En Colombia, narcotraficantes como Pablo Escobar adquirieron animales exóticos como mascotas o para zoológicos privados, alterando su hábitat natural.

A Yoko le encanta el pollo y las frutas dulces como plátanos, mangos y uvas. En manos del narco que lo poseía, era alimentado con comida chatarra, lo que le generó problemas dentales. De sus 32 dientes, solo le quedan cuatro. Además, le enseñaron a fumar y lo vestían con ropa de lujo, lo que le causó dermatitis y pérdida de pelaje.

En la naturaleza, los chimpancés viven entre 40 y 45 años, aunque bajo cuidado profesional pueden llegar a los 60. Como Yoko no vio chimpancés en sus primeros años de vida, tiene comportamientos y formas de comunicación diferentes.

“A él le negaron la posibilidad de ser un chimpancé y crecer con su familia“, lamenta la veterinaria auxiliar Alejandra Marín.

Un viaje con esperanza

El traslado a Sorocaba cierra un capítulo amargo tras la muerte de Chita y Pancho. “Para mi fue un dolor horrible (…) tanto que me hizo llorar”, recuerda Silvana Rodríguez, una médica que, como cientos de visitantes, despidieron el sábado a Yoko en el Ukumarí.

En 2023, la justicia militar y policial archivó el caso por el sacrificio de los primates al determinar que los uniformados actuaron dentro de la ley. La Fiscalía tampoco avanzó en una investigación contra el cuidador que aparentemente dejó las puertas abiertas.

Según la ONG Proyecto Gran Simio, Colombia es el primer país del mundo que voluntariamente queda libre de grandes simios en cautiverio. “La salida de Yoko es profundamente simbólica (…) estas especies no son endémicas y no tienen por qué estar en el país”, afirmó Andrea Padilla, senadora ambientalista que gestionó el desplazamiento.

El éxito de su llegada a Brasil aún está por verse. César Gómez, biólogo del Ukumarí, espera que Yoko encuentre chimpancés compatibles con su comportamiento.

“Yoko no es un chimpancé en el sentido estricto (…) es un animal que se identifica más con los humanos“, explica. “Por ejemplo, una sonrisa es algo positivo para nosotros, pero para los chimpancés es algo negativo. Ese tipo de diferencias comunicacionales, Yoko no las entiende“.