Ciudad del Vaticano, Santa Sede. Con la muerte del papa Francisco este lunes, los cardenales se reunirán en los próximos días en cónclave para elegir al nuevo líder de la Iglesia católica. En este contexto, se reabre el debate sobre las funciones que asume el pontífice, tanto en el plano espiritual como político y diplomático.
Tras la muerte de Francisco, el Vaticano se prepara para elegir a su sucesor en un cónclave clave para el futuro de más de 1.400 millones de fieles

Guía espiritual y jefe de la Iglesia
El papa es considerado el sucesor de San Pedro y el líder espiritual de más de 1.400 millones de católicos en el mundo. Su misión es preservar la fe, interpretar el Evangelio y garantizar la unidad de la Iglesia. El título “papa” proviene del griego pappas, que significa “padre”, y por ello se le conoce también como el “Santo Padre”.

Jefe de Estado y figura diplomática internacional
Además de líder religioso, el papa es jefe de Estado del Vaticano, un enclave soberano dentro de Roma. Ejerce autoridad ejecutiva, legislativa y judicial, y mantiene relaciones diplomáticas a nivel global. En sus audiencias privadas con mandatarios, expone la posición de la Santa Sede sobre temas de actualidad.

Encargado de doctrina, nombramientos y viajes internacionales

El pontífice emite documentos doctrinales como encíclicas y exhortaciones apostólicas, y lidera reformas internas. En sus discursos semanales en el Vaticano ofrece orientación espiritual a los fieles. También nombra obispos y cardenales, convoca sínodos y aprueba canonizaciones. Sus viajes apostólicos refuerzan el vínculo con comunidades católicas y sirven como plataforma para llamados a la paz y los derechos humanos.

Obispo de Roma y símbolo de unidad

Como obispo de Roma, el papa es responsable de su diócesis, aunque gran parte de la gestión recae en un vicario general. Aun así, participa activamente en la vida religiosa local, presidiendo ceremonias simbólicas como el viacrucis del Viernes Santo o la celebración del 8 de diciembre en la Plaza de España.

La elección del nuevo papa no solo marcará el rumbo de la Iglesia en los próximos años, sino que también tendrá implicaciones geopolíticas y sociales a nivel global.