Celaya, México.- En el estado más violento de México, adictos que buscan ayuda para dejar las drogas enfrentan un nuevo peligro: ser atacados por los cárteles del narcotráfico dentro de los propios centros de rehabilitación.

En Guanajuato, muchos centros conocidos como “anexos” funcionan sin regulación, fundados por exadictos. Algunos de estos lugares han sido blanco de ataques armados por parte de sicarios que buscan cobrar deudas, castigar a desertores o vengarse de supuestos vínculos con bandas rivales.

Nicolás Pérez, quien coordina una red de 180 centros en el estado, revela que ha recibido llamadas amenazantes exigiéndole entregar a internos. En junio, tres encargados desaparecieron tras una reunión. En otros casos, comandos armados han perpetrado masacres, como en 2020, cuando 26 personas fueron asesinadas en Irapuato.

Pese al miedo, voluntarios como Azucena siguen ayudando. Ella misma superó una adicción hace más de una década y ahora colabora con tareas diarias en uno de estos centros. Casos como el de Javier Torres, un exadicto que hoy es maestro y mentor, muestran que la recuperación es posible, aunque el entorno sea adverso.

Guanajuato ha visto dispararse el consumo de metanfetaminas: del 10% en 2015 al 41% en 2021, superando a la marihuana. Nadia Robles, funcionaria del gobierno, afirma que esta droga es ahora la principal causa por la que se busca ayuda en el sistema de salud.

El trasfondo es una guerra entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el grupo Santa Rosa de Lima, quienes disputan rutas estratégicas para el narcotráfico y acceso a mercados clave como San Miguel de Allende y el corredor industrial.

La violencia ha convertido a Guanajuato en el epicentro del crimen en México, con más de 3.000 homicidios en 2024. En ese contexto, la esperanza de rehabilitarse se convierte en un acto de valentía. “Siempre hay esperanza”, repite Nicolás Pérez, pero sabe que, en México, pedir ayuda también puede costar la vida.