Hace apenas unas décadas, viajar al espacio era una hazaña reservada exclusivamente para astronautas entrenados durante años y respaldados por agencias gubernamentales. Hoy, la realidad ha cambiado. Si alguien tiene suficiente dinero y espíritu aventurero, ya puede reservar un asiento para ver la Tierra desde las estrellas. Pero ¿cuánto cuesta realmente vivir esta experiencia? ¿Qué opciones existen y cómo funcionan?
Para entender el precio, primero hay que distinguir entre dos tipos de viajes espaciales: los vuelos suborbitales y los vuelos orbitales. Los primeros son más breves y también más económicos. En ellos, la nave cruza la línea de Kármán, situada a 100 kilómetros de altitud, lo que marca el inicio del espacio exterior, pero no llega a completar una órbita alrededor de la Tierra.
Es, en esencia, un salto hacia el borde del espacio que permite a los pasajeros experimentar la ingravidez durante algunos minutos y observar la curvatura del planeta.
Virgin Galactic, una de las compañías pioneras en este tipo de viajes, cobra alrededor de 450.000 dólares por asiento. Blue Origin, la empresa de Jeff Bezos, no publica tarifas fijas, pero sus primeros pasajes se subastaron por varios millones.

Otras firmas emergentes, como Space Perspective, prometen experiencias similares a menor altitud y por precios más bajos, cercanos a los 45.000 dólares, aunque sin cruzar el umbral oficial del espacio. En todos los casos, la experiencia dura entre 10 y 15 minutos, con unos tres a cinco minutos en microgravedad. Algunos paquetes incluyen entrenamiento previo y la posibilidad de registrar la experiencia en fotos y videos.
En cambio, los vuelos orbitales son mucho más complejos y costosos. En estas misiones, la nave alcanza velocidades superiores a los 28.000 kilómetros por hora, lo que le permite mantenerse en órbita alrededor de la Tierra. Aquí ya no hablamos de minutos, sino de días. Por ejemplo, SpaceX ofrece viajes a la Estación Espacial Internacional por un precio estimado de 55 millones de dólares por persona. En 2022, tres empresarios —Larry Connor, Mark Pathy y Eytan Stibbe— pagaron esa cantidad individualmente para permanecer más de una semana en la estación como parte de la misión Ax-1, organizada por Axiom Space. Esa misma empresa planea construir la primera estación espacial privada, con fines tanto científicos como turísticos.
Estos viajes incluyen entrenamiento intensivo, transporte de ida y vuelta en cápsulas como la Crew Dragon, alojamiento en la estación espacial, servicios médicos, alimentación y participación en actividades o experimentos básicos. Requieren además una preparación física y mental más exigente que los vuelos suborbitales.
El precio de estas experiencias no solo cubre el asiento, sino también la infraestructura, el desarrollo tecnológico, el combustible, los sistemas de seguridad, la logística y todo lo necesario para reducir los riesgos en un entorno extremo. Es una industria joven, que aún no ha logrado abaratar costos como ocurrió con la aviación comercial a lo largo del siglo XX.
Y si alguien quiere apuntar más alto, también hay opciones en camino. SpaceX tiene planes para enviar turistas alrededor de la Luna con su nave Starship. El empresario japonés Yusaku Maezawa ya reservó el primer viaje del programa dearMoon, que incluirá a varios artistas y creadores de contenido. Aunque no se ha revelado la cifra oficial, se estima que el costo asciende a cientos de millones de dólares. Viajar a Marte aún es una ambición a largo plazo, pero Elon Musk ha planteado que, en el futuro, un boleto podría costar entre 100.000 y 500.000 dólares, siempre y cuando los viajes se vuelvan regulares y masivos, algo que por ahora sigue siendo una visión.
Pese a los altos precios, muchas personas estarían dispuestas a pagar por vivir esta experiencia si los costos se redujeran. De hecho, ya existen listas de espera y agencias que ofrecen reservas para vuelos futuros. Así como volar en avión pasó de ser un lujo para unos pocos a una actividad común, algunos creen que lo mismo ocurrirá con los viajes espaciales en las próximas décadas.
Entonces, ¿vale la pena? Para algunos, ver la Tierra desde el espacio es una experiencia transformadora, un sueño cumplido. Para otros, es un lujo extravagante y aún inaccesible. Pero lo cierto es que el espacio dejó de ser un lugar exclusivo para astronautas. La puerta está abierta, aunque no todos puedan cruzarla… todavía.
Nota: este reportaje fue redactado con IA.
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