
OPINIÓN | Las mentiras de los medios tarifados hacia el pobre Gobierno del socialismo democrático
Tegucigalpa, Honduras. Si JOH lo hizo, ¿por qué nosotros no?
Antes había corrupción. Ahora también. ¿Cuál es el problema?
Esa es la “defensa” discursiva del partido Libertad y Refundación.
Si usted se atreve a cuestionar estos “razonamientos”, prepárese: lo van a acusar de golpista, de tarifado, de agente de la derecha internacional o, peor, de “cachureco infiltrado” (saludos a los mapaches).
Porque en este país, cuestionar al Gobierno es traicionar a la patria. Y no cualquier patria: la patria en vías de refundación.
Aquí el discurso es claro, la corrupción no es el problema, sino hablar de ella cuando la cometen ellos. Denunciarlos es formar parte de una campaña orquestada por los medios tarifados (no los de ellos, sino el resto) que aparentemente tienen tiempo y presupuesto para conspirar contra gobiernos con más excusas que logros.
Si quieren detener esa campaña de la que hablan, entonces dejen de dar tanto material periodístico con sus gestiones opacas. ¡Ábranse a la transparencia!, porque a falta de corrupción, los “ataques”(como ellos los denominan) se paran solos.
No se detiene la campaña de la que dicen ser víctimas dando a entender que si antes se cometían errores, hoy tienen la licencia para repetirlos, pero con causa social, ¡claro!
Tampoco es desvirtuando rápidamente cada denuncia y no con pruebas, sino con exceso de narrativa, como si la verborrea tuviera el suficiente acervo probatorio para ganar en juicio.
Para el Gobierno, los medios críticos no informan, “atacan”. Los periodistas no investigan, “desestabilizan”. Y la corrupción, cuando afecta al oficialismo, es una herramienta del enemigo y del “gran hegemón fascistoide”.
Si diputados entregan cheques a los coordinadores del partido para apoyar en sus campañas, es justicia social. Si los diputados gestionan millones de un presupuesto del Ejecutivo y casualmente salen electos como los más votados, es mandato popular. Si un contrato se otorga sin licitación, es eficiencia administrativa.
Si antes de salir de Cancillería se deja a los familiares recontratados, bien protegidos y con aumento salarial, es porque se lo merecen por ser “diplomáticos de carrera”.
Si en la Secretaría de Finanzas autorizan desembolsos manchados desde la raíz del proceso, es por buena fe.
Todo se justifica si es “por el pueblo”, pero ¿cuál pueblo? ¿El que, confabulado con ellos, finge estatus y niveles socioeconómicos de extrema pobreza para acaparar fondos públicos?
Y si usted dice algo, le tienen una respuesta lista:
“¡Eso lo hacían antes también!”. “¿Por qué antes no investigaban?”.
Sí, funcionarios y servidores públicos (entiéndase servidores de todos los ciudadanos, refundacionales, anti-refundacionales o indiferentes), antes también había cinismo, pero no nos lo vendían como revolución ni como socialismo democrático, ni como #NoSomosIguales.
Mientras tanto, los casos se acumulan. Los contratos opacos, los fondos sociales manejados por diputados, los bonos entregados a discreción, los programas clientelistas disfrazados de justicia social… todo se repite, con la diferencia de que ahora el dedo acusador no apunta hacia afuera, sino hacia adentro.
Y en esta maraña que toca a dos poderes del Estado, la Corte Suprema de Justicia se ha mantenido cómodamente muda, porque ciega siempre ha estado.
No se trata solo de prácticas, sino de coherencia. Un Gobierno que se autodefine como transformador no puede justificarse con los vicios del pasado. La coherencia política y ética no debería ser opcional, y mucho menos negociable por conveniencia partidaria.
Pero como en lugar de reaccionar como partido político lo hacen como partido de fútbol sin juego limpio, no se concentran en la pelota, para ellos lo importante es patear al jugador, a los “sicarios de la verdad”, como dicen las Fuerzas Armadas y la presidente Xiomara Castro lo ha permitido.
Así que en vez de dar razones de su comportamiento y rendir cuentas, se justifican y enredan en la narrativa de atacar a los medios de comunicación por ser tan “de derecha” como para atreverse a cuestionarlos por los recursos de la cosa pública. ¡Nadie tiene derecho de pedirle transparencia a Libre!
Con esa estrategia comunicacional, no paran los penales, se meten autogoles y mantienen al pueblo (al que se deben) sangrando en la banca, porque, nuevamente para que nos quede claro, antes había corrupción. Ahora también. ¿Cuál es el problema?