
Cárcel o muerte: deportados por Trump atrapados en Costa Rica temen volver a su país
Paso Canoas, Costa Rica – Migrantes enfrentan incertidumbre tras ser enviados a Centroamérica. Marwa huyó de Afganistán porque quería estudiar, trabajar, usar jeans e ir al parque sin la compañía obligada de un hombre. Ahora, encerrada en un refugio en Costa Rica con un centenar de deportados por Estados Unidos, teme que la hagan volver: “Me matarán los talibanes”.
Tras las rejas del Centro de Atención Temporal de Migrantes (Catem), cerca de la frontera con Panamá, esta afgana de 27 años relata que su esposo también corre peligro y que su niña de dos años no tiene futuro en Afganistán.
“Si vuelvo, moriré. Me matarán los talibanes. Perdí a mi padre y a mi tío allí. Escuché explosiones y vi muertos. No quiero perder a mi marido ni a mi bebé”, contó a un equipo de AFP.

Deportaciones masivas
Marwa, su esposo Mohammad Asadi y su hija son parte de 200 migrantes -unos 80 de ellos niños- de Afganistán, Irán, Rusia y otros países asiáticos y africanos que Estados Unidos envió hace un mes en dos vuelos a Costa Rica.
El gobierno de Donald Trump cerró las vías legales de entrada a EE.UU., suspendió aviones de refugio e inició una cacería de migrantes para deportarlos. Además de Costa Rica, envió 300 asiáticos a Panamá y 238 venezolanos a El Salvador, donde fueron recluidos en una prisión de máxima seguridad, alegando, sin pruebas, que integraban la banda criminal Tren de Aragua.
Sin refugio ni destino claro
De quienes llegaron con Marwa, 74 fueron repatriados, 10 regresarán pronto y más de un centenar espera en un limbo: rechazan regresar a su país, pero ningún otro, incluida Costa Rica, les ha dado asilo.
“No podemos volver y tampoco quedarnos aquí. No conocemos la cultura ni hablamos español. No tenemos familiares como en Canadá, Estados Unidos o Europa”, explica Marwa.
Su esposo Asadi, de 31 años, vendía materiales de construcción a compañías estadounidenses en Afganistán, lo que lo convirtió en blanco de represalias tras el regreso de los talibanes al poder en 2021. La pareja escapó a Irán, pero allí tampoco encontraron seguridad. Finalmente, viajaron a Brasil y emprendieron una travesía por tierra a través de varios países, incluida la peligrosa selva del Darién en Panamá, hasta llegar a EE.UU.
“Hay muchos cárteles en el camino que nos quitaron el dinero y nos torturaron física y mentalmente”, relata Alireza Salimivir, un iraní de 35 años que hizo una odisea similar con su esposa.
Deportado con su esposa y su hijo de seis años, el ruso German Smirnov, de 36 años, teme ser “torturado” en la Rusia de Vladimir Putin por haber denunciado irregularidades en las elecciones de 2024. “Me darán a elegir: ir a prisión o a la guerra”, afirma.

Acusaciones de violaciones a derechos humanos
Cuando estuvieron detenidos en EE.UU., Asadi recuerda que los oficiales estadounidenses ofendieron a Marwa por usar hiyab. “Trataron a mujeres y niños como escoria”, agrega Smirnov.
En el Catem, 350 km al sur de San José, los migrantes tienen comida y acceso a teléfonos, pero sus pasaportes están retenidos y no pueden salir, pese a no tener antecedentes criminales.
“Hay un patrón sistemático de violación de derechos humanos en un país que siempre se ha preciado de defenderlos. Es un gravísimo retroceso para Costa Rica”, declaró el exdiplomático Mauricio Herrera, quien presentó un hábeas corpus a favor de los deportados.
Al justificar el acuerdo con Washington, el presidente Rodrigo Chaves dijo estar “ayudando al hermano poderoso del norte”.

“Costa Rica no debería ser cómplice de los flagrantes abusos de Estados Unidos”, advirtió Michael García Bochenek, de Human Rights Watch.
Según varios deportados, las autoridades les informaron que si obtienen refugio deberán abandonar el albergue. Panamá ya hizo algo similar, dejando a decenas de migrantes a su suerte tras liberarlos.
Marwa no sabe qué pasará, pero está segura de que no quiere llevar burka ni quedarse en casa criando hijos sin opciones.
“Todo está cerrado para las mujeres… las escuelas, las universidades. No es normal. Soy un ser humano, elijo y quiero estar así”, dice, señalando sus jeans antes de regresar junto a su esposo al encierro del Catem.
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